El Chico Dhall ©

Chapter 21: XX



Chapter 21: XX

Capítulo veinte

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Una maldita semana, ¡UNA! Y no he podido dejar de pensar en ella.

Ya he roto la regla de no mandarle mensajes a menos que ella lo haga y no hay respuesta alguna, la

he buscado varias veces en el instituto y simplemente no la encuentro, he incluso llegado a visitar más

de tres veces a Tatiana, creo que es así su nombre, solo para ver si veo su silueta aunque sea en la

ventana y cada vez que paso todo está apagado.

Paso una mano por la cara y tomó el puente de mi nariz —Ya no sé qué voy a hacer para volverte a

ver, Jexi Dornam.

Solo me hace falta tocar el timbre de su casa y preguntarle directamente a su padre o su madrastra

por ella, y la verdad no sé qué voy a hacer.

Esa madrugada, justo cuando mis labios hicieron contacto con los suyos sentí, por primera vez, que si

esa chica me hubiese dicho que me tirara de un puente para tenerla otra vez lo haría solo para volver

a probar sus labios. Esos dulces y delicados labios de mi Julieta tropical.

Joder, y yo que nunca pensé llegar a esto.

Lo extraño es que te atraiga tanto y ella no sea tu mate.*

Ya lo sé, Ameth. Lo sé.

Como por arte de magia en mis labios se forma una sonrisa al recordarla saliendo con cuidado por su

ventana hasta llegar al borde del techo y sentir su miedo presente.

Nunca imagine que saldría de verdad, pensé que me contestaría mal o algo así.

—¿y por qué no nos vamos a un lugar más privado? —la morena que tengo prácticamente encima

sobre el sofá del antro ataca mi cuello y la hago a un lado para acomodarme mejor, mis ojos viajan a

todas partes desde la sala para miembros exclusivos y en una esquina veo como Quero habla

animadamente con mi hermano quien no despega ni un segundo sus ojos de los labios de ella.

Me levanto rápidamente. Lo siento hermanito, pero yo necesito de urgencia preguntarle algo a su

mejor amiga.

Llego a la mesa y miro directamente a mi hermano menor —te quiero en la otra punta —le hago señas

para que se largue y él alza una de sus cejas.

—¿Qué vas a hacer con ella? —pregunta totalmente serio.

—Eso no te incumbe, pero recién me largue puedes volver —me acerco —no haré nada de lo que

estás pensando, tranquilo.

Yannick me observa con cizaña y se aleja lentamente hacia una de las mesas vacías del lugar, mis

ojos dan con mi víctima y carraspeo para llamar su atención —Quero, voy a ser franco y quiero que

me contestes con la verdad —remojo mis labios y veo en distintas direcciones —¿dónde está Jexi? —

vuelvo a sus ojos y ella rueda los suyos.

—Ya ni la dejan vivir en paz por culpa tuya.

Junto mis cejas —¿de qué hablas?

—Cuando su padre la encontró contigo al día siguiente la castigo casi de por vida.

—¿Por qué?

Deja el trago en la mesa —Esta es la historia. Ella empezó a hablarte y tuvo una serie de

complicaciones que la llevaron a ser novia de mi mejor amigo y su padre lo aceptó —trago grueso y

aprieto mi mandíbula, ¿Ella tiene novio? —luego empezó a hablar contigo otra vez de forma normal

hasta que descubriste quien era ella y lo que le obligaste a hacer no tiene perdón, después de que los

pillaran, al día siguiente, tuvo una bronca donde llamaron a mi mejor amigo y todo se terminó, y su

papá con lo enojado que estaba la castigo quitándole el móvil, la laptop, ya no la deja salir de noche a

mi casa, prácticamente sale en la mañana al instituto y regresa rápido a la casa por las tardes. Nada

de vida social gracias a lo que tu causaste —me señala —así que te agradecería que la dejaras

tranquila por un tiempo.

—Entiendo —camino directo a la salida y en mando del coche.

Tengo que arreglar esto o simplemente necesito dejarla en paz, pero... No puedo y no quiero dejarla

tranquila.

En fin, creo que por hoy es mejor irme a casa.

Desbloqueo el M8 al salir y me monto rápidamente cerrando la puerta de un portazo, alguien abre la

puerta de copiloto y me sorprendo al ver a la vecina de Jexi montada en mi auto.

Y pensar que solo le hable ese día a la loca esta por ella misma.

Le doy una mirada rápida viendo como muerde sus labios y arrancó a toda velocidad.

...

Me remuevo incómodo en la cama y siento un brazo envolver mi cintura, junto mis cejas y abro los

ojos poco a poco acostumbrándome a la luz que se cuela por las ventanas.

Un momento, los ventanales de mi cuarto tienen papel polarizado y unas enormes cortinas negras que

no dejan filtrar la luz solar.

Si no estoy en mi casa, entonces, ¿Dónde estoy?

No recuerdo nada.

Lamo mis labios y me levanto ligeramente, mis ojos recorren el cuerpo de la morena acostada a mi

lado y trato de separarme sin despertarla.

Necesito salir de aquí a como de lugar.

Necesito salir o soy hombre muerto por mi madre si esta loca llega a la casa a formar un escándalo.

Tomo mis pantalones del suelo y agarro mi suéter negro, salgo de la habitación y lucho por ponerme

mi ropa antes de llegar a las escaleras, bajo con cuidado y al momento de abrir la puerta escucho su

voz ronca llamarme.

—¿Elián? ¿Qué estás haciendo? ¿No te vas a quedar conmigo todo el día de hoy —hace pequeño

puchero con sus labios y sus manos interceptan mi cuello —¿me vas a dejar solita?

Paso una de mis manos por mi cabello negro —Mira... —escaneo su rostro y muerdo mis labios al no

acordarme de su nombre.

Siempre se me olvida.

Tatiana, idiota.*

Gracias, Ameth.

Doy una tos falsa y ella se separa de mí —No sabes mi nombre, ¿es eso?

—Tatiana, ese es tu nombre —digo con un tono frío —sinceramente no puedo estar con alguien así, o

sea, ni siquiera me dejaste contestar bien o formular la oración que iba a decir y ya estabas

reclamandome —alzo mis manos —lo siento, pero así no podemos, eso es tóxico, además —busco

sus ojos —no vayas a mi casa a hacer el ridículo para pedir perdón. A mi madre no le gusta eso y

posiblemente te odie toda su vida —salgo y cierro la puerta detrás de mí, dejo que el aire fresco llene

mis pulmones y estiro mi entumecido cuerpo.

Escucho los sollozos de su parte dentro de la casa y me alejo considerablemente.

Lo que menos quiero es que me remuerda la consciencia por lo que hice solo por una razón.

Desbloqueo mi auto y camino hasta la acera sintiendo mi cabeza estallar, de la nada mis ojos se van a

unos pocos metros donde camina una chica de delgadas piernas y pequeño cuerpo sin forma que

carga unos libros en sus manos que son presionados contra su pecho y su cabello castaño alborotado

no me deja ver con precisión su rostro que mira en todo momento al suelo.

La brisa vuelve a soplar y un olor a galletas recién horneadas pega directo en mi nariz, me quedo

totalmente estático en mi lugar al reconocerla y ella decide finalmente levantar su cabeza en mi

dirección.

Hace una mueca con sus labios que me parece sumamente sexy y junta sus cejas en desaprobación,

su rostro toma uno molesto y sigue su camino como si nada hubiese pasado.

Creo que encontré a mi mate, pero a juzgar por su expresión no me quiere.

Y digo esto porque se que ella, en realidad, no me quiere y me lo ha dicho muchas veces.

Te dije que ella ocultaba algo.*


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